No los vemos, pero ahí están: más de 1.000 millones de metros de cables submarinos se encargan en estos momentos de gestionar la práctica totalidad de las comunicaciones transoceánicas de información. Cada segundo, millones de datos circulan por esos cables en todas direcciones, creando una compleja tela de araña submarina que es el sustento de la era digital. Por ello no es de extrañar que se trate de una industria milmillonaria y de lo más jugosa para muchos actores involucrados.
Hablamos de cables que no sólo sirven para telecomunicaciones -en otros casos se usan para transporte de energía- y que requieren de multitud de componentes (cables, unidades de derivación, repetidores) y de actividades operativas (instalación y puesta en servicio, mantenimiento, actualizaciones). Todo ello, en total, supondrá una inversión de alrededor de 11.740 millones de dólares en 2018, con la previsión de que la cifra ascienda a 20.930 millones de dólares en 2023. Eso supone un incremento del 12,25% en tasa anual compuesta durante el próximo lustro.
Así es Internet bajo nuestros pies: cables submarinos, datos y servidores
Así lo asegura un estudio de la firma de análisis MarketsandMarkets, según el cual el crecimiento del mercado de cables submarinos es impulsado por el número creciente de suscripciones de telecomunicaciones y conexiones de internet en todo el mundo, así como el auge de la demanda de conexiones de energía entre países e islas o el alza en la cantidad de parques eólicos marinos.
Los expertos también esperan que las actualizaciones de los cables submarinos ya existentes sean testigos del crecimiento más rápido durante el próximo lustro. Más en concreto, será Asia y el Pacífico la zona que verá un aumento de la inversión más pronunciado en los cinco años por venir, debido principalmente al aumento de los usuarios conectados a Internet en muchos de esos países y a los nuevos requerimientos para dar respuesta a modelos de consumo muy intensivos en ancho de banda.