El ‘III Estudio sobre bulos y fraudes en Internet‘, publicado hace año y medio por la Asociación de Internautas (AI), revela que el 90% de los usuarios de la Red afirman haber accedido en la misma a “información falsa o poco fundamentada”, siendo la temática más habitual de la misma la relacionada con el campo de la salud y la alimentación (32,5%).
Estos datos motivaron a la Asociación de Investigadores en eSalud (AIES) a poner en marcha la iniciativa ‘Salud sin Bulos’ con el objetivo de “combatir los bulos de salud y contribuir a que exista información veraz y contrastada en la red”, así como de crear un ‘Observatorio de los Bulos de Salud en Internet‘.
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Gracias a éste, confían en poder imitar la sección web ‘Behind the Headlines‘ del sistema sanitario británico y detectar a tiempo los rumores para desmontarlos con argumentos científicos desde las redes sociales. Confían en lograr, para ello, “la colaboración de profesionales sanitarios, periodistas y asociaciones de pacientes e instituciones”. Los propios usuarios pueden también colaborar con la iniciativa a través de la sección ‘¡Denuncia un bulo!‘ de la página web, con el objetivo de remitirlo a un panel de expertos analizará la información.
En palabras de Carlos Mateos (periodista coordinador de Salud sin bulos y vicepresidente de AIES) a la agencia Sinc, “gracias a la instantaneidad que le caracteriza, Internet es un canal muy potente para la expansión de bulos y facilita una propagación, además de rápida, universal y sin control: es un mundo sin reglas e hiperconectado. En muchos casos, estos datos falseados comienzan con cadenas de e-mail, WhatsApp o Twitter, destinadas a estafar, dañar la reputación o crear alarma sin fundamento”.
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Mateos explica que ante los posibles bulos, el primer paso a dar es la comprobación de la fuente (y de si ha sido difundida por un organismo oficial o un medio de comunicación de prestigio para no precipitarse). Los bulos, afirma, comienzan a ser peligrosos en el momento en el que alguien los toma por verdaderos: las consecuencias son desde personas que siguen dietas perjudiciales hasta pacientes que dejan su tratamiento o incluso padres que no vacunan a sus hijos porque creen que las vacunas producen autismo.
Fuente | Agencia SINC
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