Es muy probable que en alguna ocasión te hayas sentido nervioso por algo que está a punto de suceder, desde una cita romántica a una decisión importante, desde dar un discurso en público a tener una entrevista de trabajo. Las sensaciones son harto conocidas: lo que llamamos “sentir mariposas en el estómago”, un revoloteo extraño en lo profundo de tus entrañas que depende estrictamente de tu sistema nervioso, y que lejos de la poética que hay a su alrededor, también tiene una explicación científica detrás.
Según Bradley Elliot, doctor en fisiología en la Universidad de Westminster, debemos mirar hacia el sistema nervioso autónomo o neurovegetativo para explorar las raíces de este fenómeno. Digamos que este sistema se responsabiliza de que nuestro organismo realice toda clase de tareas sin necesidad de prestarles atención o voluntad, como la sudoración, la distribución de nutrientes o la regulación del flujo sanguíneo. Dentro del mismo existen dos subsistemas: el parasimpático y el simpático.
El primero se encarga de la producción y el restablecimiento de la energía corporal, activándose cuando estás relajado. El segundo, que se activa en cuestión de milisegundos, se responsabiliza de la inervación de los músculos lisos, el músculo cardíaco y las glándulas de todo el organismo, controlando gran parte del mismo en situaciones de peligro, estrés y/o miedo, segregando hormonas como la adrenalina o el cortisol. Dicho de otro modo, el sistema parasimpático provoca que te sientas relajado, satisfecho y somnoliento tras una copiosa cena, mientras que el simpático provoca que ante una pesadilla te despiertes o que el corazón te lata más rápido cuando escuchas un ruido atemorizante o vivencias un accidente.
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Las mariposas del estómago no son fortuitas y están estrechamente ligadas a nuestra condición animal: obedecen al estado de incertidumbre, agobio, tensión o preocupación propiciado por esa cita, evento, compromiso o responsabilidad. El cuerpo lo interpreta como una amenaza o situación de peligro, requiriendo una respuesta fisiológica a la altura para poder sobrevivir. En este momento el sistema simpático toma el mando del organismo, propiciando que la sangre del intestino y del estómago se desplace en gran medida hacia las extremidades, fundamentales para correr o pelear en momentos de riesgo.
El desplazamiento de la sangre como medida del sistema simpático para conservar la vida tiene otras consecuencias: la ralentización de la digestión o el menor oxígeno en los vasos sanguíneos del estómago, ya que los músculos de este órgano aminoran la mezcla de los alimentos -todavía parcialmente digeridos-. Las mariposas que decimos sentir corresponden a la detección por parte del estómago de la escasez de sangre y oxígeno mediante los nervios sensoriales, generando un característico hormigueo que a veces incluye nauseas.
Sucede otro fenómeno paralelo a la “protesta” del estómago: la liberación de adrenalina que acompaña el sistema simpático genera dos consecuencias paralelas: la contracción de las paredes intestinales para aminorar el proceso digestivo y a su vez, la relajación de un músculo intestinal denominado esfínter anal externo. Es por ello que muchas veces sentimos ganas de acudir al lavabo ante una cita, examen o exposición pública.
Fuente | The Conversation