Travis Kalanick, consejero delegado de Uber, está más nervioso que nunca… o al menos esa es la impresión que genera en el sector ante el posible escándalo de acoso sexual que amenaza con destrozar la imagen de igualdad y respeto por las mujeres de esta startup. Todo comenzó con las acusaciones publicadas por Susan Fowler, extrabajadora de Uber entre noviembre de 2015 y diciembre de 2016, quien denunció haber sido objeto de acoso sexual por parte de un compañero de oficina. Según su testimonio, ella misma informó a los responsables de recursos humanos y a la propia dirección de Uber, quienes supuestamente se negaron a tomar represalias contra el acosador porque era una persona “de alto rendimiento” para la organización.
Fowler, que ahora trabaja en la startup de pagos Stripe, tomó capturas del chat interno de la compañía a través del que el acosador le habría hablado para pedirle tener relaciones sexuales con ella. La respuesta ante estas evidencias de la dirección de Uber fue que “no se sentirían cómodos castigando a este trabajador por lo que probablemente fue solo un error inocente por su parte”.
Una mala praxis que se une a otra evidencia empírica que deja patente una cierta desgana de Uber por cualquier tema relacionado con la igualdad de género y el respeto a la diversidad. Nos referimos a la tasa de mujeres en la compañía, en plena caída libre desde la fundación de la startup: la propia Fowler denunció que cuando entró en la organización había un 25% de mujeres en su departamento; un año después el porcentaje se redujo al 3%.
Ante el revuelo generado en redes sociales y la presión de toda la industria tecnológica, Travis Kalanick ha anunciado una investigación urgente sobre el tema, además de condenar este supuesto caso de acoso sexual: “Lo que ella describe es abominable y va en contra de todo lo que Uber defiende y cree”, ha afirmado en un comunicado oficial.
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