Nuevo capítulo en la polémica y esperpéntica historia de Uber a causa del carácter no menos controvertido de su fundador y consejero delegado, Travis Kalanick. Hagamos un poco de memoria: hace dos semanas, Uber fue acusada de varios escándalos de acoso sexual que la dirección ocultó de forma sistemática. La presión social obligó a la dimisión forzada de un ingeniero de alto rango en la empresa. Posteriormente, Waymo (antigua división de coches autónomos de Google) denunció el robo por parte de Uber de 14.000 documentos con información secreta sobre su vehículo. Y, finalmente, Kalanick fue grabado discutiendo y menospreciando a un conductor de su propia empresa, quien le acusaba de haberle arruinado con sus políticas de precios.
Tras este tsunami de escándalos que le hubieran costado el puesto a cualquier directivo que no hubiera engendrado a la criatura -más teniendo en cuenta las pérdidas milmillonarias que acumula Uber mes tras mes desde que nació-, Kalanick reconoció sus errores y admitió que necesitaba ayuda para sacar adelante Uber.
Dicho y hecho: en un comunicado oficial que hace honor al dicho ‘lo bueno, si breve, dos veces bueno’, Travis Kalanick ha confirmado que “esta mañana le dije al equipo de Uber que estamos buscando activamente un director de operaciones: un compañero que pueda asociarse conmigo para escribir el próximo capítulo de nuestro viaje”.
La contratación de un COO puede suponer un antes y un después en la forma en que se gestiona Uber, pero tampoco es una solución mágica que vaya a tranquilizar al bueno de Kalanick ni a moderar sus actitudes prepotentes, tan condenadas como veneradas por la comunidad tecnológica. Y es que, si bien el futuro COO tendrá mando para cambiar los protocolos de trabajo internos, evitando por ejemplo casos de acoso sexual como los que han azotado Uber en los últimos tiempos, parece más complicado que logre imponer su criterio sobre el mando absolutista que ostenta Travis.
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