Por fin, después de cuatro meses de retraso y con la espada de Damocles de los reguladores bursátiles sobre su cabeza, Toshiba se ha dignado a presentar sus cuentas financieras. Y los resultados no dejan ninguna sorpresa sobre el momento crítico que atraviesa esta compañía: 4.800 millones en pérdidas entre abril y diciembre y una previsión de perder otros 9.200 millones de dólares para el año fiscal que acaba de terminar en marzo).
Sin embargo, esta presentación de cuentas -un trámite más para cualquier empresa normal- nos deja al menos dos grandes titulares que vuelven a sacarle los colores a la multinacional nipona, lastrada por los escándalos contables, la amenaza del embargo por su abultada deuda o sus pésimas inversiones en tecnología nuclear.
El primero de ellos es el hecho de que estos resultados financieros hayan sido presentados sin tan siquiera la aprobación de sus auditores (PricewaterhouseCoopers), ya que la consultora se ha negado a firmar dicho documento ante las numerosas incertidumbres que todavía rodean a las operaciones de Westinghouse, la filial nuclear que Toshiba adquirió por 5.400 millones de dólares en 2006 y que ya ha sido declarada en bancarrota.
“Toshiba ha hecho todo lo posible para ganarse la comprensión de los auditores”, ha admitido el consejero delegado Satoshi Tsunakawa en una rueda de prensa celebrada en Tokio y recogida por UPI. “Sin perspectivas claras para la aprobación por parte del auditor, y ante la preocupación de nuestros inversores y otras partes interesadas, hemos optado por esta forma muy inusual para publicar los resultados”. Lo que Tsunakawa no dice es que este mecanismo no es tan solo extraño, sino que es muy probable que los reguladores japoneses no admitan este documento en absoluto, lo que provocaría la retirada inmediata de los títulos de Toshiba en el parqué nipón.
La segunda sorpresa ha venido de la propia empresa, ya que hasta ahora Toshiba siempre había defendido la viabilidad de su negocio a largo plazo. Pero en la presentación de resultados, a la multinacional no le ha quedado otra que enfrentarse a la realidad y admitir que hay “dudas sustanciales” sobre su capacidad para sobrevivir a sus sucesivas pérdidas financieras. Veremos si la prometida venta de su negocio más lucrativo (semiconductores) consigue evitar el desastre de una de las históricas marcas niponas en el sector TIC.
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