Que las empresas juegan un papel fundamental en nuestra sociedad es algo que no se le escapa a nadie. Son la base de la economía de mercado, el epicentro en que se unen recursos, capacidad productiva, mano de obra y conocimiento para fabricar productos de toda índole u ofrecer servicios al resto de la población. También son el motor que proporciona capital al Estado en forma de impuestos para desarrollar programas sociales o financiar infraestructuras, escuelas u hospitales.
Sin embargo, existe una implicación mucho más directa que las empresas tienen (o han de tener) sobre la sociedad en la que operan. Hablamos de la acción social corporativa (hermana y cuasisinónima de la RSC tradicional), ese “conjunto de recursos humanos, técnicos y financieros dedicados a proyectos sociales con colectivos desprotegidos o desfavorecidos o a proyectos de mejora del entorno o la sociedad“, según la definen en la escuela de negocios CEREM Business School.
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Se trata, por tanto, no tanto de ‘soltar’ dinero para programas sociales (como hacen muchas fundaciones de grandes corporaciones, beneficiadas a su vez de las exenciones fiscales que van asociadas) sino de involucrar a los empleados en proyectos que beneficien a su comunidad. De este modo, se logra el tan ansiado impacto positivo en el mundo que nos rodea pero, también, se hace que los trabajadores se sientan más cerca de sus conciudadanos, se aumenta el nivel de compromiso de ellos con la sociedad (y, de forma indirecta, con la propia compañía) y se aumenta la satisfacción personal de todos los que conforman la organización.
Hasta aquí todo lo bonito, la definición real de un fenómeno en auge y que cada vez cala más en las compañías que no solo quieren ganar dinero, sino también dejar una huella en el planeta. Sin embargo, muchas veces las empresas no saben articular correctamente esta clase de iniciativas, con lo que es necesario de nuevo recurrir a los expertos en gestión corporativa para discernir tres tipos de programas: corporativos, relacionados con productos y servicios y de colaboración con personas de la empresa.
Programas corporativos
- Patrocinio o liderazgo de proyectos o iniciativas sociales
- Apoyo a la formación y el empleo directo de personas desfavorecidas
- Realización de compras a empresas de Inserción o Centros especiales de empleo
- Diseño y puesta en marcha de programas de igualdad de oportunidades de las mujeres en el trabajo
- Diseño y puesta en marcha de programas de igualdad de oportunidades para minorías en el trabajo
- Realización de inversiones con criterios de Inversión Socialmente Responsable (IRS)
- Utilización de criterios propios de la Banca Ética
- Actividades de mecenazgo y creación de funciones
- Puesta en marcha de planes de voluntariado corporativo
Programas con productos y servicios
- Realización de donaciones o cesiones de activos usados
- Donaciones de productos gratuitamente o a precios especiales
- Aportación de productos a instituciones de caridad y de beneficencia
- Realización de servicios a colectivos desfavorecidos
- Apoyo directo a proyectos sociales
Programas en colaboración con personas de la empresa
- Financiación conjunta de proyectos sociales
- Fomento de acciones de mejora social voluntaria
- Apoyo a la gestión de una bolsa de voluntariado
- Organización de actividades de voluntariado con el personal: donación de sangre, aportación de un día de trabajo, creación de proyectos de intervención…