Justo antes del cambio de milenio, un miedo atroz se apoderó de los informáticos de todo el mundo. Un ‘bug’ casi absurdo amenazaba con volver locos a todos los equipos digitales, causando interrupciones en el servicio de millones de empresas y causando el caos en transportes, centrales eléctricas y un sinfín de infraestructuras críticas más. Era el conocido como ‘efecto 2000’, por el que se presuponía que muchos sistemas habían sido programados de tal forma que su reloj interno sólo podía alcanzar las 23:59 horas del día 31 de diciembre de 1999.
Finalmente, como ya os hemos contado en este reportaje, nada sucedió y los pocos incidentes que se aventuraban fueron rápidamente solventados con sencillos parches y actualizaciones. Pero la historia tiende a repetirse y, ahora, nos toca hablar de una suerte de ‘efecto 2019’… al menos en Japón.
Como lo leen: el país del Sol Naciente está afrontando una nueva amenaza informática surgida de un desajuste en los relojes de los sistemas digitales que podría explotar el próximo año. Y la culpa la tiene, ni más ni menos, que el emperador japonés.
Efecto 2000, el mayor tsunami social provocado por la tecnología
El 30 de abril de 2019, Akihito debería abdicar como Emperador de Japón. La fecha inicial prevista para este hito histórico era diciembre de 2017, pero se decidió postergar el momento casi dos años más con el fin de hacer una transición ordenada y dar más tiempo (y honores) para el ascenso al trono del hijo de Akihito, Naruhito.
Pero la casualidad quiere que este simple traspaso de poderes entre dos emperadores traiga consigo un potencial problema informático. ¿La causa? Japón usa el calendario gregoriano, pero todavía mantiene el suyo propio. El calendario japonés tiene dos peculiaridades: cuenta los años posteriores a la coronación del emperador y con cada nuevo emperador también comienza una nueva era. La coronación de Akihito en 1989 inició la era actual de Heisei, que reemplazó a la anterior era Shōwa. En ese sentido, el actual 2018 es el año 30 de la era de Heisei.
Por tanto, la coronación de Naruhito supondrá el inicio de una nueva era.. y aquí empiezan los problemas. Akihito ha estado en el trono durante casi toda la era digital, con lo que los sistemas de TI no han tenido que lidiar nunca con el cambio de una era de esta índole. Además, todavía debe anunciarse el nombre de la próxima era, lo que significará todo un desafío para los consorcios que establecen estándares internacionales.
De hecho, muchos algoritmos podrían volverse defectuosos si ignoran que puede haber dos eras japonesas en un año gregoriano. Además, el software podría fallar si analiza una fecha que nunca sucederá, como por ejemplo Heisei 40, que en realidad será el año 10 en la era que todavía no tiene nombre.
La cosa se complica todavía más en el caso del consorcio Unicode, que establece estándares internacionales (y, también, decide los emojis existentes). Los ordenadores japoneses usan solo un símbolo para cada época en lugar de dos: ㍻ para Heisei, en lugar de los dos caracteres kanji 平 成. Por tanto, Unicode también necesita establecer un nuevo símbolo para la nueva era… pero eso no se puede hacer porque su nombre aún no se conoce. Y lo que es peor: el nombre de la nueva era imperial no se conocerá hasta finales de febrero. Eso obligaría a lanzar Unicode 12 a principios de marzo y obligar a su implantación prácticamente inmediata en todos los software del país.