Sales de la oficina (o te levantas del escritorio, si trabajas desde casa) pero sigues “operativo” allá donde vayas. Esta situación se está volviendo de lo más habitual para muchos empleados, quienes terminan su jornada laboral pero en realidad la prolongan mientras están pendientes de recibir determinado documento por correo electrónico al que luego hay que contestar.
Esta “no desconexión” laboral viene propiciada por las nuevas tecnologías y muchas veces nos la han vendido como una virtud, ya que permite flexibilidad y estar siempre disponibles si surgen imprevistos. Pero lo que hace es desdibujar la línea que separa lo profesional de lo personal y sumar horas extras que rara vez se compensan.
Algo que en Francia creen que roza los límites de la ilegalidad. Por eso desde hoy en el país galo se aplica una nueva normativa que establece el “derecho de los trabajadores a desconectarse”.
Es una ley que obliga a las empresas con más de 50 empleados a definir un horario en que el personal no debe enviar ni responder correos electrónicos. Los objetivos que persigue es asegurar que los trabajadoras reciben una remuneración justa por su trabajo y prevenir su agotamiento, protegiendo el tiempo privado y personal.
Esta ley francesa pone especial hincapié en las comunicaciones laborales por correo electrónico porque son una de las más habituales y de las que más estrés generan. Aunque si bien no todos los emails que nos mandan son importantes, el mero hecho de recibirlos genera tensión porque tendemos a asociarlos con más carga de trabajo.
Además, el mero hecho de consultar la bandeja de entrada es una tarea laboral en sí misma que lleva tiempo (aunque siempre existan herramientas que pueden agilizarnos el trabajo).
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La nueva normativa del gobierno galo no es la primera iniciativa encaminada a conciliar vida laboral y personal. En 2012, Volkswagen optó por una medida similar, bloqueando las Blackberries de sus empleados a partir de cierta hora para que no recibieran emails. Y el Ministerio de Trabajo alemán prohibió en 2014 a los gerentes que llaman ni escribieran a los funcionarios tras las horas de trabajo.
Vía | Fortune Magazine